¿Cómo empieza el proyecto?

El primer acercamiento del PEI con la internacionalización, de ser un “experimento abierto de carácter eco-social” y su objetivo que es analizar, entender y abordar los problemas de un  territorio, una región, un pueblo y sus habitantes y a través de propuestas concretas de diseño y arquitectura, colaborar desde la academia en la búsqueda de soluciones a algunos de las problemáticas del país” fue en Barichara/Santander en un viaje que Carlos Hernández realizó con Iván Castro; en este viaje surgió la idea de visitar la Sierra teniendo como guía a un diseñador y profesor de la Universidad Javeriana: Iván Catro y con dos diseñadores de Barcelona. Este viaje llevó meses después a que esta idea se representara en Palomino, un corregimiento que forma parte del municipio de Dibulla en el departamento de la Guajira.

A raíz de una conferencia que fueron invitados el decano académico Octavio Moreno y Carlos Hernández en el Instituto Alvar Aalto en Finlandia se desarrolló una idea con un grupo de profesores y alumnos Finlandeses, Suecos y Daneses de buscar el lugar apropiado para desarrollar un trabajo en una comunidad y que fuera un proyecto concreto. Al regreso de Carlos y Octavio, surgieron muchas alternativas sobre que pueblo sería el indicado y aquí fue donde tomó cabida el viaje a la sierra que Carlos había hecho meses atrás.

En su primer viaje, Carlos hizo contacto con unos Hippie Koguis que le brindaron la información del por qué se encontraban en la Sierrita y que le proponían diseñar una escuela; ya que entre ellos y los Kogui habían demasiadas diferencias y los niños no tenían la capacidad de adaptarse bien. Al tener esta información y los intereses de los Hippie Koguis, Carlos volvió a Bogotá a organizar la información para entrar en contacto con los Finlandeses, Suecos y Daneses y presentarles el proyecto. Fue aquí cuando ocurrió el primer problema, ya que las universidades europeas se vieron obligadas a recortar presupuesto por la crisis económica del 2008 y no pudieron colaborar en el proyecto.

A pesar de que la ayuda faltaba, Carlos se interesó por Palomino y decidió buscar por otro lado los recursos para poder avanzar en el proyecto. Fue cuando conoció a Silfo, un Hippie Kogui que hoy en día sigue viviendo en la sierrita pero con el cual se perdió contacto ya que el proyecto de la escuela nunca se pudo llevar a cabo. Esta falla sucedió porque aunque los estudiantes y profesores del PEI si habían logrado diseñar propuestas para construir la escuela, no había presupuesto para comprar el lote ni por el lado de la universidad ni por el lado de los Hippie Kogui.

Carlos Hernández volvió al pueblo, a entender las dinámicas sociales, culturales e históricas y de esta forma entender que proyecto se podía desarrollar. Empezó a analizar el pueblo desde una perspectiva más amplia y apareció Wilson Rincón, el presidente de la acción comunal que le ofreció junto con Argemiro Caballero (líder de la defensa civil; trabajaba con niños en proyectos comunitarios) un lote que llevaba 30 años abandonado en el cual se podía construir.

Así pues, con estos dos líderes se empezó a trabajar y ellos a su vez presentaron a la asociación de abuelos que eran aproximadamente 120 y a Orfelina que era la profesora de baile con en ese entonces 70 niños que hacían presentaciones de bailes nativos.

Ahora bien, teniendo como ejemplo la adaptación de los Hippie Koguis al territorio y la problemática que existe entre ellos y la población de Palomino (ya que ninguno se interesa por la cultura del otro) se llegó a la idea de crear un “puente” entre estas dos comunidades buscando la transformación de Palomino para que se convirtiera en un pueblo modelo en cuanto a lo social, ecológico, sostenible, etc. Fue acá cuando los alumnos del PEI del primer semestre del 2010 se vieron involucrados en este proyecto que se llamo “PEI Palomino Sierra Nevada” y tenía como objetivo analizar las condiciones de vida del pueblo y generar propuestas que detonaran en proyectos que mejoraran la calidad de vida de las personas. Las primeras acciones que los estudiantes realizaron fue buscar información de Palomino, de la cultura, de los habitantes, etc. y empezar a diseñar una casa de la cultura en el lote que se le había cedido a Carlos para que los niños del grupo de baile que coordinaba Orfelina tuvieran donde bailar. Esta primera pieza que se iba a construir era importante ya que no sólo era un proyecto social sino la manera de generar confianza en un pueblo sin esperanzas y de buscar un contacto permanente con los líderes y personas interesadas a partir de demostrar que se planeaba y se construía. Esta primera casa de la cultura no se pudo terminar en la primera visita y cuando los estudiantes volvieron en el segundo semestre del 2010 debido a que no tenía cubierta el deck de madera se daño y los niños no pudieron bailar, y fue en ese momento donde se desbarató la estructura en guadua y esta guadua fue reutilizada para unas graderías móviles y junto con el colectivo Zoohaus con quienes se hacen acciones directas de aprendizaje completo se empezó a construir una segunda casa de la cultura y aparecieron ideas nuevas como la de los baños secos y la oficina de la defensa civil en otro lote cerca al de la casa de la cultura.

Siguiendo con el tema de relaciones, estas ideas y construcciones generaron unas nuevas dinámicas en los líderes que empezaron a mostrar interés haciendo relaciones más estrechas, lo que llevó a la idea de crear un plan maestro para un pueblo que se ha desarrollado sin ningún programa e intentar introducir propuestas que pudieran tener alguna relación con un plan más macro en el municipio de Dibulla. Se empezó a buscar alianzas y estrategias para poder avanzar en el plan y seguir con las construcciones planteadas.

En el primer semestre del 2011 el pensamiento y las ideas se volvieron más ambiciosas y fue cuando se arreglaron los proyectos ya empezados, se replantearon otros y se creo Palomino Cultural, que es una estrategia que busca la unión de los líderes en la comunidad por medio de una asociación comunitaria. Los líderes, diferentes alianzas, el colectivo Zoohaus y el PEI logran una retroalimentación y una motivación a los líderes para que sigan trabajando cada uno en sus departamentos (música, baile, deportes, tradiciones, jardín botánico y arquitectura).

En un futuro, se busca proponerle este proyecto a alguna fundación para que piense en Palomino como un proyecto a largo plazo, ya que cada acción al principio se propone a pequeña escala pero con un ideal de que esta se transforme en una gran escala, con ayuda de un pilar en la base de este proyecto que son las inteligencias colectivas. De este modo la comunidad iría aprendiendo de las experiencias y evolucionarían a ser un pueblo sostenible con la ayuda de la cultura Kogui, que tiene una filosofía de vida que lleva a pensar en el concepto urbanístico de decrecer.

“Se deben aprender a adaptarse al territorio, y dejar de trazarse objetivos en la vida que los llevan a otras situaciones, como la del cultivo de droga que genera corrupción en los principios de esta sociedad y que termina por deteriorar la forma de vida y genera expectativas de dinero fácil para tener televisores, carros, etc., cuando podrían vivir con el paisaje y lo que los rodea.”

Claro esta que todo esto y la experiencia de los estudiantes y profesores al poder conocer los problemas reales de Colombia, convivir con ellos y buscar soluciones, no hubiera sido posible sin una inversión económica o lo que Carlos Hernández llama “Banco de ideas” y/o “Banco de los pobres” a través de los departamentos, la facultad donó alrededor de 30 millones para los procesos de investigación, la rectoría 11 millones, Carlos Hernández aproximadamente 30 millones, Christiaan Nieman el pozo de la casa de la cultura y los aportes de los estudiantes con actividades extras que han sido cerca de 20 millones.